24 feb 2011

MÁSCARAS





La máscara oculta el rostro del actor y con él su enorme riqueza gestual. Sin embargo, los griegos y otras civilizaciones antiguas, en sus celebraciones rituales preteatrales, ya usaban las máscaras o disimulaban la cara con barro, azafrán (color amarillo) y otros productos.

Este hecho tiene un evidente simbolismo: el de revestirse de unos atributos nuevos que hagan al actor digno de oficiar en el culto y relacionarse con los dioses.


Trasladado al teatro, podríamos decir que la máscara opera la transmutación del actor en personaje o, mejor dicho, la ocultación de la identidad real de la persona para representar la identidad del personaje a través de los rasgos reflejados en la máscara.


Otras pueden ser también las motivaciones :


·       la de hacer coincidir al personaje con su carácter expresivo (cómico o trágico tipificados)
·       la de producir efectos de sobrecogimiento, particularmente en la tragedia, porque al ir figurada en un casco que agranda las dimensiones normales de la cabeza humana, hace más visible al personaje, al tiempo que consigue que guarde las proporciones con su elevada estatura, debido al uso de los coturnos;
·       igualmente, según otros autores, su cavidad servía para ampliar la voz, haciendo el papel de falso megáfono (pero esto no era necesario, dada la buena acústica de los teatros);
·       finalmente, permitía que un actor pudiese representar a varios personajes con sólo cambiar de máscara.

Con Aristófanes se usan las máscaras figurativas de animales: ranas, aves...
Con el tiempo, los artesanos consiguieron un realismo sorprendente en sus máscaras que pudo poner en peligro la tipificación de los personajes. Pero este realismo estuvo en correspondencia con el realismo de los textos dramáticos.
Este sería el caso de ser cierto, de aquella representación de Aristófanes que hace salir a escena al filósofo Sócrates: la fidelidad al modelo fue tal que el propio Sócrates, que se encontraba entre los espectadores, se puso en pie para que éstos no creyesen que estaba en escena representándose a sí mismo.

Por su lado, los coturnos servían para dar mayor altura a los actores trágicos. De este modo, los actores que hacían personajes nobles sobresalían por encima del Coro y, por otro lado, su altura se amoldaba, como ya hemos indicado, a las proporciones de la máscara.

El actor se convertía así en una especie de gigante, y se hacía visible para todos los espectadores. Este gigantismo conlleva un simbolismo psicológico y moral que creaba en los espectadores efectos de sobrecogimiento propios para experimentar la catarsis de que nos habla Aristóteles.













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